21 diciembre 2010

Las Pupilas Prestadas

Esta noche estaba escondiéndome del mundo como siempre, mirando un desfile de historias pasar en la pantalla del ordenador.No sé qué es lo que tanto me fascina de las series de televisión, puede que el hecho de que se prolonguen en el tiempo, poder tenerlas más allá de un simple ratito, recurrir a esos mundos imaginarios, a los microcosmos donde todo cabe, embotellados por el ojo de un director y la pluma de otro más zumbado aún que yo. Las series pueden llegar a crear adicción. Es algo que nunca me hubiese imaginado, bueno está el típico enganche a una serie en concreto, el cuelgue por una historia, pero es algo más que eso...la series pueden atraparte en una red de telarañas, que se va tejiendo lentamente a tu alrededor mientras observas desde el sofá. Es un manto que aisla tus sentidos para concentrarlos en una realidad que ni siquiera existe, pero en la que no puedes evitar adentrarte mientras olvidas tu propia existencia.
Supongo que esa es la magia del cine en general, si es bueno es capaz de abstraerte tanto que llegas a desaparecer, el ego de siempre, de pronto no forma parte de la ecuación, todas las variables y costumbres que arrastramos como cadenas en nuestra mirada, desaparecen, y emergen la observación, la comprensión, el aprendizaje desde un lugar diferente, donde nuestras necesidades y temores no dominan nuestra identidad, y podemos simplemente vivir la historia, ver a los personajes, encontrar el sentido de las cosas en las cosas mismas. Ahora que lo pienso,  ¿no serán las series el arma secreta de los budistas? : )?
Aunque sea una burrada no puedo dejar de señalar la analogía que existe entre las historias audiovisuales y las visualizaciones que se utilizan para meditar.Yo creo que mi cerebro sabe que necesita escaparse de sí mismo todos los días, y ésta es su peculiar y agradable forma de hacerlo, al menos últimamente. Pero no creo que sea nada demasiado preocupante, quizá pueda considerarse un "don", una capacidad de disfrute, algo de lo que nunca he andado muy sobrada, así que de momento doy las gracias. Y me uno en simpatía con las miles de personas que experimentan lo mismo con una buena serie de verdad, con los adolescentes, los jubilados, los aburridos, los arruinados, y los jodidos. Con los frikis que enlazan un capítulo tras otro en la lista de reproducción, con los que son Vampiros mientras dura el capítulo de TrueBlood, y se convierten en madres solteras y traficantes con Weeds. Con los que se enfrentan a la muerte "a dos metros bajo tierra",  y con los que descubren su verdadera personalidad en un "breaking bad". Estoy segura que todos ellos son personas empáticas, reprimidos inevitablemente en su self más auténtico al chocar con este mundo cínico y moralista de mierda. Hasta que alcancemos el valor para vivir las emociones tan intensa y puramente como lo hacemos a través de la pantalla, cuando en realidad no son nuestras; hasta que logremos experimentarnos a nosotros mismos sin el filtro de la mirada de los demás, nos seguiremos encontrando,amigos,  en los planos cortos y los frames renderizados, para encontrar un poco de autenticidad y libertad en nuestra alma.

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